El
diagnóstico sobre la situación de los jóvenes y el mercado laboral muestra a
las claras las dificultades que enfrenta ésta población para el acceso a
puestos de trabajo decente. El desempleo, la informalidad, el subempleo y las
restricciones para compatibilizar con el tiempo dedicado al estudio, parecerían
ser la regla más que la excepción entre la población joven, y dentro de ella,
las mujeres enfrentan aún mayores dificultades.
Si
bien en los años de crecimiento económico se lograron importantes avances en la
reducción de las brechas de desempleo e informalidad con las personas adultas,
a partir del 2015 la desaceleración económica ha tenido un fuerte impacto en
materia laboral para la población juvenil, la cual ha sido la principal
afectada.
Que las condiciones de trabajo de las personas jóvenes estén sujetas a
las volatilidades que se registran en materia económica y laboral, parecería no
ser una cuestión propia del Uruguay, sino que también se registra en países con
similar estructura poblacional, donde el envejecimiento es la característica
que sobresale[1].
Esta problemática del envejecimiento poblacional, que se está abordando con
mucho más énfasis en los años recientes en el país (y que va a sentirse cada
vez más a medida que transcurra el tiempo), no puede pensarse aislada de las
restricciones que enfrentan los jóvenes en el mercado laboral.
Si, por ejemplo, la informalidad que hoy afecta a uno de cada tres jóvenes de 18 a
24 años lograra reducirse al nivel de personas adultas (una de cada cinco), los aportes con los que contaría el sistema de seguridad social serían
notoriamente mayores y coadyuvarían a alivianar la carga fiscal y a financiar
las necesidades de cuidados que el envejecimiento poblacional trae consigo.
Esta
es sólo una de las aristas de la importancia que reviste el tema y de cómo se
vuelve fundamental lograr que los jóvenes accedan a puestos de trabajo decente,
que cuenten con las mismas oportunidades que las personas adultas y que a la
vez, no obstaculice el avance en los estudios.
Los gobiernos del Frente Amplio, conscientes de la
problemática, han impulsado programas y leyes que favorezcan el empleo juvenil
y a la vez le permitan a los y las jóvenes compatibilizar con el tiempo
dedicado al estudio y a otras tareas.
Por un lado, el programa “Yo Estudio y Trabajo” destinado a personas
jóvenes entre 16 y 20 años que se encuentren estudiando, tiene como objetivo
brindar una primera experiencia laboral formal y a la vez lograr el desarrollo
de competencias transversales que sirvan para el futuro laboral y estudiantil de
estos jóvenes. Además de la beca laboral, el programa
desarrolla dos componentes centrales: talleres de orientación educativo-laboral
a cargo del Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (INEFOP); y
acompañamiento durante el desarrollo de la experiencia de trabajo en la empresa
a cargo de orientadores laborales.
Los principales
resultados de las distintas evaluaciones, reflejan que el programa logra
incrementar de forma diferencial los ingresos laborales de los jóvenes que
participaron, en comparación con el grupo de jóvenes que se inscribieron pero
que no salieron sorteados para participar.
Efecto del programa en ingresos trimestrales
En el gráfico
anterior se presenta la evolución de los ingresos trimestrales laborales para
ambos grupos. En esta evaluación de impacto se intenta responder: ¿cuál habría sido la evolución de los ingresos
laborales si el Programa no hubiera existido? Lo que se verifica es que de no
haber existido el programa, la evolución de los salarios para todos los jóvenes
que se inscribieron al programa hubiera sido la línea lisa. Sin embargo, como
el programa sí existió, tenemos un conjunto de 2500 jóvenes para los cuales el
salario no evoluciona como la línea lisa, sino que evoluciona como la línea
punteada. Más aún, la brecha parecería incrementarse a medida que transcurre el
tiempo, lo cual es un resultado bastante atípico en la literatura económica de
evaluación de impacto de programas laborales y destaca por tanto, el efecto
muy positivo que tiene el Yo Estudio y Trabajo[2].
Por otra parte, también
se observan efectos positivos en la probabilidad de que los jóvenes vulnerables
(aquellos que residen en hogares que cobran AFAM) continúen cotizando a la
seguridad social y que simultáneamente continúen insertos en el sistema educativo[3].
Asimismo, la Ley
de Empleo Juvenil (LEJ) aprobada
en el año 2013, y reglamentada durante el 2015 tiene por objeto promover el
trabajo decente de las personas jóvenes, vinculando el empleo, la educación y
la formación profesional desde la perspectiva de los derechos fundamentales. En
este sentido, la ley prevé distintas herramientas que buscan dar respuesta a
este objetivo.
a)
Estímulos a la contratación en el sector
privado
b)
Contratación en el sector público
c)
Prácticas formativas
d)
Promoción del estudio
A agosto 2019 se
cuentan con más de 9000 jóvenes que están transitando o ya han culminado la
experiencia de un trabajo decente, o por prácticas formativas que utilizan los
herramentales de la LEJ. Dos de cada tres jóvenes son mujeres, lo que muestra que
la incorporación de la mujer al mercado de trabajo es un fenómeno que se
extiende a todas las edades, aunque las brechas por género siguen existiendo.
Asimismo, tres de cada cuatro jóvenes son de Montevideo, lo que marca la
necesidad de expandir este instrumento al resto de las regiones del país, con
el objetivo de que los jóvenes que no residen en la capital también cuenten con
las mismas oportunidades.
Los esfuerzos de
política pública en materia de empleo juvenil si bien parecerían tener
resultados positivos, son insuficientes, dado que llegan a un porcentaje menor
de la población juvenil. A modo de ejemplo, en el programa
“Yo Estudio y Trabajo” se inscriben alrededor de 30.000 jóvenes por edición, es
decir, que prácticamente uno de cada cinco jóvenes que se encuentran en
condiciones de participar del programa se anota para hacerlo, lo que demuestra
las ganas y las motivaciones que tienen estas personas para poder acceder a un
trabajo en condiciones decentes que les permita a la vez continuar con los
estudios. Sin embargo, la oferta pública de trabajo destinado a jóvenes aún resulta
escasa (se encuentran disponibles entre 700 y 800 puestos de trabajo por cada
edición).
Para revertir las
restricciones estructurales que enfrentan los jóvenes en el mercado de trabajo
se requiere no perder todo lo bueno que se ha generado hasta el momento, pero
sin dudas se necesita hacerlo mejor. Redoblar esfuerzos que
involucren a todas las partes, con un fuerte impulso liderado por la política
pública que a la vez le permita al sector privado incrementar la demanda de
mano de obra juvenil en condiciones decentes, deberá formar parte de la agenda
de gobierno futura, en busca de que la población joven no sea discriminada y
cuente con las mismas oportunidades laborales que los adultos.
Federico Araya
[1] Dolado, J. (2015) “No country for young people? Youth labor market problems in Europe”. Center for Economic Policy Research. CEPR. Press.
[2] Araya, F., Le Barbanchon, T. & D. Ubfal (2019). Un breve resumen del documento se puede encontrar en https://www.povertyactionlab.org/evaluation/identifying-effects-working-while-school-uruguay
[3] Araya, F. & J. Rivero (2016) “Impact of a work-study programme for teenagers: evidence from a randomized controlled trial”. Departamento de Economía, Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de la República. Documento de Trabajo.