Hace pocos días, un colectivo de
militantes produjo un video brillante, basado en otros similares de otros
países, en los que se ejemplifica por medio de una carrera, tanto las
desigualdades de partida que enfrentan las personas como el efecto de las políticas
públicas sobre esas desigualdades[1].
No es necesario agregar nada más
luego de verlo y es poco lo que uno puede añadir, pero al fin y al cabo cada
uno se expresa como puede y no como quiere, así que en esta breve columna
quiero aportar algunas reflexiones y unos pocos números que puedan enriquecer
el debate.
Lo primero que me parece relevante destacar
es que el video ubica la discusión en el terreno donde debe estar. Reducir la
desigualdad es un objetivo de las políticas por muchas razones, algunas
instrumentales (porque es “bueno” para otras cosas), pero sobre todo porque es justo.
Las políticas redistributivas no son ayudas,
son esfuerzos para eliminar una injusticia.
Un buen ejercicio para pensar en esto
de la justicia es el “velo de la
ignorancia” de John Rawls. Piense que usted va a empezar su vida de cero, y no
sabe dónde va a estar: si va a vivir en un asentamiento o en Carrasco; en
Montevideo u otro departamento; si su familia va a tener educación terciaria o
no; no sabe su sexo, ni si va a tener una discapacidad. Le puede tocar en
cualquier lado. Ahora responda: ¿qué tan desigual quiere que sea esa sociedad
en la que va a aparecer? Tómese un minuto. La respuesta puede sugerirle qué
tipo de sociedad considera justa.
En general, si uno no sabe dónde le
va a tocar, aun siendo egoísta, probablemente prefiera aterrizar en una
sociedad relativamente igualitaria en la que todos tengan efectivamente
posibilidades reales de realizarse. Si el lugar donde va a aparecer es Uruguay,
arriesgarse a venir sin saber dónde le toca es una timba: para muchos y muchas,
la carrera se hace muy cuesta arriba por razones que nada tienen que ver con
ellos, como ejemplifica elocuentemente el video.
Las
políticas públicas en Uruguay han logrado reducir la desigualdad, que no es
otra cosa que reducir la injusticia. La desigualdad
creció durante 15 años hasta llegar a sus máximos valores en 2007-2008; en ese
punto se inició un período de reducción sin precedentes.
Fuente: elaboración propia en base a
Encuesta Continua de Hogares del INE.
Esa reducción de la desigualdad nos
permitió recorrer más de un tercio de la distancia que nos separaba de los
países más igualitarios del mundo[2].
Es un logro impresionante, sobre todo luego de un larguísimo período de aumento
lento pero sistemático de la desigualdad.
Y la desigualdad
cayó porque la hicimos caer. Se
dieron múltiples fenómenos que, combinados, permitieron esa caída abrupta. El
aumento del empleo y los salarios generaron un aumento de la masa salarial. Los
consejos de salarios, el aumento del salario mínimo, la reforma de las
Asignaciones Familiares y la Tarjeta Uruguay Social permitieron un rápido
crecimiento de los ingresos más sumergidos mientras
que el IRPF permitió moderar la velocidad a la que crecían los ingresos más
altos cerrando así un movimiento de
pinzas: al final todos los ingresos crecieron, pero mucho más rápido los más
bajos. La desigualdad empezó a ceder. En su punto más alto, el 10% de las
personas de más ingresos ganaban casi 20 veces más que el 10% más pobre. Hoy
esa relación es de 11. La reducción de la desigualdad fue tan dramática como lo
es la desigualdad que aún persiste.
Volviendo al video, más allá del
punto de partida hay que considerar también qué pasa al final de la carrera:
importa tanto de qué lugar partimos como el premio que obtenemos al llegar. ¿De
qué sirve salir del mismo lugar si el ganador se queda con todo? En Uruguay, los ganadores no se quedan con todo, pero sí con
bastante. El 1% de mayores ingresos percibe el 14% del total. Es lo mismo que todo
el 40% más pobre combinado. Los individuos de ese “top 1%” ganan pues, 40 veces
más que los del 40% más pobre[3]. Tal vez sean más talentosos, más productivos o más trabajadores.
Pero, ¿40 veces más? ¿Trabajan 40 veces más? ¿Son 40 veces más inteligentes? ¿O
será que la combinación del lugar de largada y la forma en que el mercado
define los “premios” genera este resultado? Si
vemos patrimonio (casas, tierra, empresas) es peor. El top 1% (unas 25.000
personas) tiene más de 1/3 de la riqueza total. El 50% más pobre, poco más de
un 5%. Se necesitan 6 o 7 de esas “mitades pobres” juntas para llegar a la
riqueza de ese único top 1%[4].
Estos números muestran varias cosas
que el video ya decía mejor y más claro: que las políticas importan, que hemos
logrado bajar la desigualdad, y que falta muchísimo aún. El 24 de noviembre cada uno va a decidir su voto por una
infinidad de motivos. Muchos no van a votar al Frente Amplio, y sus razones tendrán. Pero
que la justicia no sea una de ellas. Porque
errores han sobrado, pero que avanzar hacia una sociedad más justa fue siempre
el desvelo, no puede ponerse en duda.
Mauricio de Rosa
[1] https://www.youtube.com/watch?v=0DCQR_96-oA&feature=youtu.be
[2] De acuerdo a datos del INE, el índice de Gini, que mide la desigualdad (cuanto más alto más desigualdad), bajó de 0.45 en 2007 a 0.38 en 2018. Esa reducción de 0.07 puntos, equivale a un tercio de la distancia que nos separa de los países del norte Europa, con ínidices de Gini de aprox. 0.25-03.
[3] Los datos provienen de este trabajo del Instituto de Economía:
https://ideas.repec.org/p/ulr/wpaper/dt-03-15.html
[4] Los datos provienen de mi Tesis de Maestría: http://piketty.pse.ens.fr/files/DeRosa2019.pdf
Tengo múltiples pedidos para que hagan todo lo posible para que se pudiera sacar parte al menos, en corte de informativo central de hoy
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